No todas las imágenes se ven. Algunas pasan tiempo escondidas, aunque acechen. Otras se camuflan o se exponen desafiantes. A veces son visibles pero apenas se perciben. Al ser producto de miradas furtivas, casi siempre son precarias y desatienden cualquier exigencia de nitidez o encuadre. Se muestran en secreto y en instantes de peligro. Es entonces cuando mutan al impactar con los cuerpos que las sienten, a los que desbordan y conmueven. Circulan en el tiempo y transmiten saberes y memorias que, al desplegarse, modifican paradigmas y verdades hegemónicas. Infringen las leyes, siendo el reverso de censuras, amenazando, como imágenes siniestras, a la belleza y al orden social. Las imágenes que conforman los imaginarios clandestinos lo revuelven todo y son salvajes, indisciplinadas, polinizantes.