Si realmente un día logramos saber qué opinión tienen de nosotros los animales, estoy seguro de que no nos quedará más remedio que desaparecer de la faz del planeta, cubiertos de vergüenza. Suponiendo que, dentro de cincuenta años, los hombres todavía sean capaces de cobijar tal sentimiento. Yo, afortunadamente, ya no estaré. Pero quisiera que algún bisnieto mío entregara a los animales una copia de este librito para que pudieran tener de mí, y de muchísimos otros como yo, una opinión, ni que fuese ligeramente, distinta.