Donde hay miedo, no hay amor. Donde hay amor, no hay miedo. En este mundo tan lleno de ansiedad y estrés, casi todos actuamos a partir de complejas expectativas sobre lo que deberíamos lograr, la manera en que tendríamos que actuar y el trato que deberíamos recibir de los demás. Como resultado, acabamos convertidos en víctimas de la culpa y el miedo: la culpa de no haber alcanzado determinados objetivos en el pasado y el temor a no conseguirlos en el futuro. Inevitablemente, estas emociones negativas causan estragos en nuestras relaciones y dañan nuestra autoestima y paz mental. ¿Qué pasaría, entonces, si soltáramos el miedo y la culpa? La transformación podría resultar milagrosa. El secreto reside en mantener una percepción sana y veraz de nosotros mismos, y con ese objetivo.