Platero y yo, Moguer es una localidad del sur de España que se encuentra cerca del mar. Sus calles se inundan de olor a pan recién hecho; el aire huele a pino, lirios y frutas, y el vino es parte importante de su economía. Su clima, cálido la mayor parte del año, acompaña a Platero, un pequeño asno tan suave como el algodón, y al poeta Juan Ramón Jiménez en sus paseos por las calles del lugar y sus alrededores. Platero se vuelve el gran compañero de este poeta, quien, por no sentir afinidad con las multitudes, lo convierte en su confidente y su amigo más cercano, y, con la intención de hacerle comprender sus palabras (el autor está seguro de que su borriquillo las entiende), le da sencillas y hermosas descripciones de distintas situaciones que viven juntos. El pequeño asno, al que le gusta jugar con los niños y con los animales de la cuadra donde habita, conquista a cualquiera con su nobleza y su ternura. Les teme a los ruidos muy fuertes y ama comer flores y frutas. Y, sobre todo, es la prueba viviente de que la naturaleza es buena y generosa. Con este bello relato, el lector se conmoverá con la calidez y la inocencia de Platero, además de que se maravillará con la forma en la que el autor describe, a través de una conversación con el borriquillo, los eventos más sencillos de la vida cotidiana.