Juan Jacobo Rousseau, hombre inmortal que formó la admiración de su siglo, fue el primero que puso en clara luz los derechos de los pueblos en El Contrato Social, y enseñándoles el verdadero origen de sus obligaciones, demostró las que correlativamente contraían los depositarios del gobierno. Los tiranos habían procurado prevenir diestramente este golpe, atribuyendo un origen divino a su autoridad, pero la impetuosa elocuencia de Rousseau, la profundidad de sus discursos y la naturalidad de sus demostraciones disiparon aquellos prestigios. Así los pueblos aprendieron a buscar en el pacto social la raíz y único origen de la obediencia. En el estudio de esta obra se descubre la más viva y fecunda imaginación, fuerza de pensamientos, profundidad moral, riqueza de expresiones y sobre todo una misantropía que se puede mirar en el autor como el muelle principal que hace jugar sus sentimientos e ideas.