En enero de 1923, el tren con el cuerpo maltratado de Ricardo Flores Magón avanzó sobre territorio mexicano. Hubo vítores, aunque pocos. La familia recurrió a donativos para trasladar desde Estados Unidos a uno de los más grandes revolucionarios mexicanos, muerto en cautiverio. El nuevo régimen elevaba a rango de mártir a Francisco I. Madero, pero regateaba el reconocimiento a un luchador social que había hecho posible la gesta armada. "Lo que urgía contar es que la izquierda mexicana no es producto de la generación espontánea, sino de la resistencia. Que ha sobrevivido durante décadas a la persecución de Estado, a la apropiación del di scurso, a un partido (el PRI) que devoró la Revolución de 1910 para no verse obligado a cumplir sus postulados. Una izquierda que se justifica en la profunda desigualdad y en deseos de revertirla, de acabarla. Una izquierda que resistió a los asesinatos y la desaparición forzada, que durante un siglo se ha enfrentado a una corriente de pensamiento abrumadoramente dominante, hábil y acomodaticia: la derecha", dicen los autores en este nuevo libro que viene después de La disputa por México. "Nos urgía decir que tantos muertos y tantos movimientos reprimidos han quedado en la memoria colectiva a pesar de todos los esfuerzos por borrarla; que se ha generado una especie de linaje, uno solo, que se escapa del plural peyorativo. Es izquierda, puño en alto. Una sola izquierda. Con sus muchísimas faltas y errores; con sus héroes y villanos, corruptos e irreprochables. Izquierda que resistió fraudes electorales, matanzas y tortura; que muchas veces se ocultó en las cañadas o en las casuchas de madera en las sierras y que otras veces tomó plazas y zócalos y marchó, hasta desbordarse en las urnas."