Ayuda a tus hijos a desconectarse de sus dispositivos y a gestionar sus emociones para que vivan felices y libres de estrés. Pensar en exceso, sin gestión, agota el cerebro, y ahora es peor con la masificación de los celulares, las redes sociales y la inteligencia artificial. La intoxicación digital es el mal del milenio. Nos estamos enfermando colectivamente y ya entramos en la era de los mendigos emocionales. El mundo digital trajo beneficios innegables, como la comunicación y el acceso a la información, pero causó un desastre sin precedentes en el cerebro humano, alterando el ciclo de la dopamina y la serotonina y generando una dependencia similar a la que genera la cocaína. Retire el celular a un joven por 24 horas y verá cómo la dependencia digital no es un trastorno casual, sino un síndrome psicológico grave. Millones de niños, adolescentes y adultos presentan síntomas de insatisfacción, inquietud, intolerancia a la frustración, autoexigencia, déficit de empatía y autocontrol. Pero los síntomas más clásicos de este síndrome son la necesidad de urgencia (querer todo rápido) y la aversión al tedio y la soledad, sin saber que éstos son fundamentales para la interiorización y la creatividad. Los padres deben poner límites al tiempo que sus hijos dedican a los dispositivos digitales y discutir con ellos acerca de la felicidad artificial y el éxito superficial de las redes sociales. Prohibir por prohibir genera fascinación, es un desastre emocional. Lo mismo poner límites por ponerlos con el fin de mantener la autoridad. Los límites deben trazarse claramente, pero con inteligencia, sin violencia y, sobre todo, con amor.