Sócrates, se decía, es un hombre peligroso, que intenta penetrar los misterios del cielo y de la tierra, que tiene la maña de hacer buena la peor causa, y que enseña públicamente el secreto. En la Apología de Sócrates, éste es acusado de corrupción de menores y de creer en los demonios, siendo condenado a muerte. Pero para él, morir así era la suprema sanción de su doctrina y el último acto necesario de su destino. De dos cosas, una, o la muerte es un anonadamiento absoluto y entonces es una ventaja escapar por la insensibilidad a todos los males de la vida, o es el tránsito de un lugar a otro, y en este caso, ¿no es la mayor felicidad verse transportado a la mansión de los justos? Fedón es una reproducción sensible y viva del último día de vida y de la muerte de Sócrates. Decidido a dar a sus amigos el ejemplo de una vida consagrada a la filosofía hasta el último momento, inició una discusión que se prolongó hasta el momento en que debía beber la cicuta. En esta conversación, Sócrates habla de la esperanza de encontrar una vida mejor. El filósofo aspira a bienes invisibles como el alma misma e imposibles en este mundo; espera la muerte con alegría, como término del tiempo de prueba que le separa de esos mismos bienes, que han sido para él objeto de meditación durante toda su vida.