Él querrá decir Lo siento, Rosarí. Pero no habrá tiempo para ese trámite tedioso al que recurren los vivos cuando el tiempo les sobra. Jean-Claude no dirá nada. Y saldrá despedido del auto. Jean-Claude abre los ojos en el quirófano de un hospital sin nombre. Sabe (y nosotros también), que no debería estar ahí. Porque no es él el intervenido, ni el cirujano, ni la anestesióloga. Porque ni siquiera su cuerpo permanece en esa habitación. Porque Jean-Claude, a pesar de asirse a la existencia (y a Rosarí, quien lucha por sobrevivir), ya habrá muerto. Y su memoria, esa entidad que se parece demasiado a la imaginación, está más viva que nunca. ¿Existen de verdad los fantasmas? ¿Y qué es un fantasma, sino la lucha contra el olvido? Qué frágil es la memoria, ¿no es así? Y cuán poderosa es la imaginación. Fantasma. Primera acepción: que se aferra con demasiada fuerza.