Este libro ofrece una multitud de pequeñas historias que cuentan, juntas, una sola historia. Y esa historia compone una travesía en la que todo cobra vida: los personajes (desde Caetano Veloso hasta el abuelo de José Saramago, desde un niño paquistaní hasta los campesinos sin tierra del Brasil), la naturaleza, que nunca es decorado o paisaje sino interlocutor activo (el árbol más antiguo del mundo, el volcán milagroso del valle de México), las palabras (por ejemplo, las de una mujer en un pueblo perdido de América que, cuando alguien intenta explicarle qué significa viajar en avión, le dice: Sí, sí, ya entendí. Lo que usted quiere decirme es que va a viajar dormido en el viento). Sus protagonistas aparecen y se desvanecen para seguir viviendo, historia tras historia, en otros personajes que les dan continuidad. Tejidos por los hilos del tiempo, ellos son tiempo que dice. Son bocas del tiempo.